En el marco del Encuentro en Redes de Biotecnología de Argentina, Ines Harguindeguy, licenciada en biotecnología y becaria doctoral del CONICET, presentó su proyecto de investigación titulado “Evaluación de la Plataforma CO2 Bacterial Vaccine como herramienta para la inmunocastración”. Este trabajo, desarrollado en el CINDEFI, instituto de doble dependencia del CONICET y la Universidad Nacional de La Plata, busca ofrecer una solución innovadora para mejorar la calidad de la carne de cerdo mediante la inmunocastración.
El proyecto surgió a partir de un convenio con la empresa Biogenesis Bago, quien contactó al equipo de investigación con el objetivo de desarrollar una vacuna que permitiera la inmunocastración en cerdos. Harguindeguy explicó que “lo que se busca es aumentar los niveles de anticuerpos neutralizantes contra la hormona liberadora de gonadotropina (GNRH) para reducir el mal olor y gusto de la carne”, un problema común en la producción porcina.
La investigación se centra en la aplicación de la plataforma CO2 Bacterial Vaccine para el desarrollo de esta vacuna. Según Harguindeguy, “el propósito es reducir los niveles de la hormona GNRH, responsable de estimular la producción de androstenona y la acumulación de escatol”, compuestos que afectan negativamente el sabor de la carne. De este modo, la inmunocastración se presenta como una alternativa eficaz a la castración quirúrgica tradicional.
Los resultados preliminares, obtenidos de pruebas en un modelo murino, han sido prometedores. Harguindeguy detalló que “se lograron inducir buenos niveles de anticuerpos anti-GNRH, correlacionados con una disminución de testosterona y una reducción en el volumen testicular”. Estos hallazgos validan la efectividad de la inmunocastración en animales de laboratorio.
Tras estos avances, el equipo de investigación, en colaboración con Biogenesis Bago, llevó a cabo un ensayo en cerdos, la especie objetivo de la vacuna. Los resultados iniciales parecen positivos, aunque Harguindeguy subraya que “seguimos haciendo estudios y mejorando la potencia de la vacuna para llegar a un producto final”. El desarrollo de una vacuna es un proceso extenso que requiere años de investigación y optimización. Harguindeguy comentó que “venimos trabajando en esto desde hace unos 3-4 años”, y destacó la importancia de continuar perfeccionando las condiciones de formulación y potencia del producto.
A pesar de que la creación de una vacuna veterinaria puede tener menos regulaciones que una destinada al uso humano, el proceso aún implica un trabajo arduo y minucioso. Harguindeguy expresó que “esperamos llegar a buen puerto y poder, el día de mañana, estar cerca de una vacuna efectiva”. El proyecto no solo busca mejorar la calidad de la carne de cerdo, sino también ofrecer una solución más ética y menos invasiva que la castración quirúrgica.
Con este avance, se espera que la industria porcina pueda responder mejor a las demandas del mercado y las preocupaciones de bienestar animal. Las expectativas son altas y el equipo de investigación está comprometido con la superación de los desafíos que presenta el desarrollo de esta vacuna. Concluyen que “el objetivo final es obtener un producto que cumpla con los estándares necesarios y pueda ser implementado exitosamente en el sector”.