La empresa familiar Ale Ale, integrada por seis hermanos y sus padres, logró multiplicar por más de ocho su capacidad productiva en apenas cinco años. Con 18 invernaderos y un sistema de semi-hidroponía, consolidaron a la frutilla como su cultivo insignia en Misiones.
“Ale Ale es una empresa familiar compuesta por mamá, papá y seis hermanos, dedicados a la producción de frutilla y tomate cherri”, cuenta Nicolás Rolón, propietario del emprendimiento radicado Loreto, Misiones. Aunque conviven ambos cultivos en sus instalaciones, él mismo reconoce que “la frutilla es la producción fuerte nuestra, la que más nos identifica”, un sello que les permitió crecer de manera sostenida y afianzar su lugar en la horticultura provincial.
Actualmente, la empresa dispone de 18 invernaderos, de los cuales 16 están dedicados a la frutilla y solo 2 al tomate cherry. “En esos invernaderos tenemos unas 50.000 plantas, que producen entre 800 gramos y un kilo por planta en toda la temporada”, detalla Rolón. Esta escala productiva, inédita para una familia que comenzó sin experiencia técnica en hidroponía, marca un contraste enorme con sus inicios.
La clave del desarrollo está en el sistema de semi-hidroponía que aplican. “Es un sistema mixto, entre la hidroponía completa y el sustrato. Usamos cáscara de arroz quemada, turba y perlita, que sirven solamente para sostener la raíz. Después, todo lo demás lo aportamos con agua y nutrientes”, explica. Esta metodología no solo mejora la sanidad de las plantas, sino que también facilita el trabajo de quienes están en contacto diario con los cultivos. “A diferencia de la tierra, el sistema permite más higiene y que los trabajadores no estén agachados. Además, frente a la hidroponía completa, la frutilla no se estresa tanto, porque es una planta pesada”, aclara.
El ciclo productivo de la frutilla está bien definido y requiere precisión. “Una planta produce alrededor de tres años y a partir del cuarto empieza a bajar su rendimiento. Ahí hacemos la renovación completa”, cuenta Rolón. El proceso incluye podas, limpiezas y la reproducción de nuevos plantines a partir de los existentes, lo que permite multiplicar la capacidad de producción sin depender enteramente de viveros externos.
“Probamos unas 16 variedades de frutilla y nos quedamos con la San Andrea, porque es de día neutro, resiste más horas de sol y da frutas grandes, que es lo que más busca la gente”, explicó Rolón.
El clima subtropical de Misiones no siempre resulta favorable. “Nos dicen que la frutilla es una planta de frío, y acá tenemos mucho calor y humedad. Pero con este sistema podemos controlar un poco más esas condiciones”, explica el productor. Entre los principales problemas, señala la botrytis, un hongo que aparece con la alta humedad. “Se controla con productos biológicos como el tricoderma, que funciona muy bien”, asegura.





La temporada de frutilla en Ale Ale es extendida. “Este año arrancamos en abril-mayo y pensamos cerrar en enero-febrero, como el año pasado. El pico de producción es entre agosto y octubre, cuando hay más horas de sol”, describe Rolón. De esta forma logran sostener entre seis y ocho meses de oferta continua, algo muy valorado por los canales comerciales que dependen de un abastecimiento constante.
El rol de los invernaderos es fundamental para mantener la producción. “La estructura ayuda a controlar lluvias, granizo y exceso de sol. También trabajamos con media sombra por el calor. Es costoso mantenerlos, pero sin ellos sería imposible producir en nuestro clima”, comenta. La inversión inicial, admite, es alta, pero asegura que “el rendimiento lo compensa, porque una vez que el sistema está en marcha, la planta no requiere una nutrición tan elevada”.
Ale Ale tiene su origen en un contexto inesperado: la pandemia. “Somos todos contadores en la familia y, sin nada que hacer en ese momento, volvimos al campo. Mi papá ya había producido frutilla entre 2000 y 2008 en tierra, y en 2020 arrancamos de nuevo con este sistema, sin saber demasiado”, recuerda Rolón. De esa decisión, impulsada casi por azar, surgió un proyecto que transformó el rumbo de la familia.
El crecimiento fue notable en pocos años. “Empezamos con 6.000 plantas en 2 invernaderos y hoy tenemos 50.000. Para el año que viene queremos llegar a 100.000 o 150.000”, anticipa Rolón. Aunque la inversión en infraestructura es elevada, la apuesta está respaldada por los resultados. “Cuando uno ve lo que se produce y la calidad de la fruta, entiende que vale la pena”, sostiene.
Los volúmenes actuales reflejan esa expansión. “Hoy estamos en un promedio de entre 100 y 150 kilos diarios, lo que equivale a unos 3.000 o 4.500 kilos al mes. Queremos duplicar esa cifra en el futuro”, afirma. La meta es ambiciosa, pero posible gracias a la experiencia adquirida y a la capacidad de adaptación que la familia fue desarrollando a lo largo de cada temporada.
La comercialización se concentra en supermercados y mayoristas de Oberá y Posadas. “Todavía no salimos de la provincia, porque en Corrientes tenemos una competencia muy fuerte”, admite Rolón.




En el SUM del Ministerio de Turismo, una ronda de negocios reunió a productores de Misiones y San Juan para abrir nuevos mercados, fortalecer la producción y acercar los sabores regionales a distintos puntos de venta, en pos de consolidar vínculos entre las economías de ambas… pic.twitter.com/CvHOFMOy0G
— misionesonline.net (@misionesonline) September 25, 2025