Investigadores del CONICET en Mendoza, en colaboración con Países Bajos, diseñaron un método de bajo costo para descomponer la yerba mate consumida. Mediante pirólisis, logran generar tres productos de alto valor —combustibles, fertilizantes y precursores de plásticos—, proponiendo una solución integral y sostenible para uno de los residuos más importantes de Argentina.
La yerba mate no es solo una infusión; es un pilar cultural y económico. Sin embargo, su masivo consumo genera un desafío ambiental considerable: solo en Argentina, se producen anualmente más de 220 mil toneladas de residuos. Frente a esta problemática, un equipo de científicos del CONICET ha encontrado una solución prometedora que no solo reduce el impacto ambiental, sino que convierte este “desecho” en una materia prima vital para la industria global.
El investigador Martín Palazzolo del Instituto de Biología Agrícola de Mendoza (IBAM, CONICET-UNCUYO), junto a colegas de la Universidad de Groningen (Países Bajos), lideró el estudio publicado en la revista Waste Management. La premisa es clara, según explica Palazzolo: “La investigación trata de convertir el residuo del mate, es decir la yerba mate usada en productos y servicios. Esa es la premisa mundial, me animaría a decir”.
La clave del proceso reside en la pirólisis, una técnica de degradación térmica que se realiza en la ausencia de oxígeno. El equipo identificó esta tecnología como la más conveniente para este residuo agroindustrial, exponiendo la yerba a una temperatura de 550 °C.
Un aspecto fundamental del proyecto fue la innovación en el instrumental. Dado el alto costo de los reactores comerciales, el equipo diseñó y construyó su propio reactor experimental en el laboratorio. Lo curioso es su escala: fue dimensionado para procesar la masa de yerba de un mate típico. “Estuvimos un poco por necesidad… dijimos, ¿por qué no animarnos nosotros a construir uno? Y aproximadamente la masa de yerba mate que tenemos en nuestros mates y estamos a punto de tirar el cesto de basura, bueno, eso sería una buena escala. Por eso el reactor tiene aproximadamente la dimensión de un termo de mate, curiosamente”, relata Palazzolo.
El resultado de este proceso térmico es la obtención de tres productos distintos a partir del 100% de la materia prima. Como explica el científico, “logramos producir tres productos, que son un líquido o el famoso bioaceite, un gas y un sólido“. Este enfoque integral garantiza que no haya subproductos residuales.
De las tres fracciones, el equipo decidió concentrarse en el bioaceite, el líquido resultante, por su enorme potencial en la transición energética. Este bioaceite es una fuente renovable de compuestos aromáticos, cruciales para dejar de depender de los hidrocarburos.

Los análisis químicos revelaron que el bioaceite es rico en metoxifenoles, compuestos aromáticos derivados de la lignina de la yerba mate. Estas moléculas pueden ser empleadas directamente en las industrias química, farmacéutica y alimenticia.
Al ser consultado sobre los usos potenciales, Palazzolo aclara que el bioaceite puede considerarse como un “intermediario” de alto valor. “Sobre todo se lo puede concebir como un sumidero de moléculas orgánicas que son útiles para preparar distintos productos: plásticos, resinas, fragancias, para lo cual normalmente es necesario hacer más procesos”, detalla el investigador, indicando que este líquido “puede aportar carbono de origen renovable” para sustituir derivados del petróleo.
Los otros dos productos obtenidos refuerzan el enfoque de “residuo cero”. El sólido, también conocido como biochar o carbón vegetal, es un valioso suplemento para el suelo. “El sólido típicamente se conoce como biochar y es un suplemento de suelo porque se entiende que mejora la respiración del propio suelo y la microbiota que habita en él”, explica Palazzolo.
Por su parte, el gas es una mezcla de dióxido de carbono (CO_2), hidrógeno (H_2) y metano (CH_4). Es el producto más simple, que requiere un mínimo procesamiento posterior, y puede utilizarse como combustible para el proceso o como materia prima para sintetizar moléculas orgánicas más sencillas, como el metanol.
El impacto ambiental del proyecto es doble: no solo se retira un residuo masivo, sino que el proceso de pirólisis es, en sí mismo, de bajo impacto ambiental y con potencial de ser económicamente viable a pequeña escala. “Partimos de la premisa que este tipo de procesamiento tiene un impacto ambiental bajo. Es sencillo de operar y, económicamente, es posible hacerlo sin grandes inversiones”, asegura el investigador, confirmando que la estrategia es viable científica, logística y ambientalmente.


Para el equipo de CONICET, el avance es un hito: “Significa muchísimo, poder empezar a explorar nuevos territorios que permitan convertir algo que tenemos en demasía en nuestro país, que son residuos agroindustriales, en distintos productos y servicios”, concluye Palazzolo, destacando el valor de la colaboración internacional para traer estos conocimientos y mejorar la calidad de vida en Argentina.
Foz do Iguaçú | Un encuentro transfronterizo sobre física y biodiversidad reunirá en noviembre a investigadores de la región del Bosque Atlánticohttps://t.co/p5zaBxe57B
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