Con más de 200 familias involucradas en toda la provincia, el programa Mayma Azul culminó dos años de trabajo que consolidaron conocimientos, ampliaron capacidades productivas y reforzaron el rol de la mujer en la piscicultura misionera, dejando bases para un crecimiento sostenido del sector.
El cierre del programa Mayma Azul marcó un punto de inflexión para la piscicultura misionera. Durante dos años de trabajo continuo, el proyecto integró capacitaciones, asistencia técnica y fortalecimiento comunitario, involucrando a más de 200 familias dedicadas a la producción de peces en distintas localidades de la provincia.
Entre las protagonistas de este proceso estuvo Norma Gularte, productora de Caraguatay, quien vivió la experiencia como un antes y un después en su tarea diaria. “Adquirí mucho conocimiento, también en base a comercialización; uno no está bien informado y las capacitaciones fueron fundamentales e importantes”, afirmó.
Para ella, las prácticas en territorio marcaron la diferencia. “Fue fundamental aprender sobre el cuidado, los relevamientos y cómo seguir avanzando para armar más estanques. El acompañamiento del técnico fue muy importante”, explicó. Actualmente trabaja con tres estanques donde produce tilapia, dorado y otras especies, con planes de ampliar dos estanques más entre enero y febrero.
En cuanto a la comercialización, Gularte destacó la red que se generó entre los piscicultores. “Hay ferias, el boca a boca y también la comunicación entre productores. Si alguien tiene peces más grandes, se avisa. Es todo en equipo, como una gran familia”, expresó.
Para ella, ser mujer en el rubro también representó un reto. “Desde el momento cero es un gran desafío, pero muchas más se fueron sumando”. Su deseo es claro: “Que todos los que empezamos no decaigamos y que esto sea un gran comercio para todos”.


Por su parte, Herman Hennig, coordinador de Mayma Azul en Misiones, destacó que trabajaron con 208 familias durante 16 meses en territorio. “Lo que buscamos fue fortalecer la actividad piscícola e involucrar a toda la familia: a la mujer, a los hijos, a quienes estudian en escuelas agrotécnicas”, explicó.
El inicio no fue sencillo: “Al principio los productores no sabían bien de qué se trataba y había desconfianza. Pero el trabajo en territorio fue más que productivo”, afirmó. Para ello, 12 técnicos recorrieron distintos puntos de la provincia, organizando reuniones mensuales con grupos de 15 a 20 familias.
Hennig detalló que uno de los ejes centrales fue la gestión económica. “Trabajamos para que el productor aprenda a sacar cuentas, registrar gastos y entender el costo de producción”. También abordaron el aumento de la productividad, el procesamiento, la comercialización y el packaging, fortaleciendo toda la cadena.
Uno de los puntos clave fue el rol de la mujer. “Muchas veces capacitábamos al hombre en alimentación, pero la que alimentaba a los peces era la mujer. Por eso trabajamos en visibilizar y fortalecer ese rol”, señaló.
La directora de Mayma Azul, Ana Webb, destacó que la llegada del programa a Misiones fue fruto de alianzas previas y de un contexto particular. “Había más de 4.000 productores y condiciones únicas. La acuicultura tenía validación, pero necesitaba mejorar sus indicadores productivos”, afirmó.
Webb remarcó que la metodología de trabajo, centrada en herramientas de liderazgo, finanzas y colaboración, se integró con la asistencia técnica del Ministerio del Agro. “Se juntaron dos fuerzas: la experiencia local y nuestro trabajo en modelos de negocios sostenibles”, explicó. En total, más de 677 personas participaron en instancias de capacitación.
De cara al futuro, la organización busca nuevas vías para permanecer en la provincia. “Estamos buscando continuar con programas más chicos que atiendan las necesidades detectadas: procesamiento, estabilidad productiva y oferta constante de pescado. Hoy la demanda existe y el producto es de excelente calidad”, aseguró Webb.


Para el Ministerio del Agro, el balance también es positivo. Guillermo Pfeiffer, director de Acuicultura, destacó el impacto del trabajo conjunto. “Durante dos años desarrollamos un trabajo integral con 209 familias. Los técnicos contaron con equipamiento y Mayma aportó conocimientos financieros y la valorización del rol de la mujer”, señaló.
Pfeiffer subrayó que la provincia comercializó alrededor de 1.100 toneladas de pescado el último año, con predominio de pacú, surubí, dorado y boga. “La piscicultura aporta dinero a la economía familiar y necesitamos seguir avanzando con plantas de procesamiento para agregar valor”, afirmó.
Entre las nuevas productoras se encuentra Paola Aquino, de Montecarlo, quien se inició el año pasado. “Aprendí muchísimo: manejo de especies, faena, procesamiento. Trabajo con cinco especies en tres estanques y estoy cerca de mi primera cosecha”, contó.
Su proyección es clara: continuar creciendo junto a su familia y ampliar la infraestructura. “Nunca pensé que iba a emprender en esto, pero ahora estamos proyectando más estanques”, aseguró.
“Para que los productos que hoy están obteniendo los productores puedan llegar a mejores mercados, es indispensable contar con una sala de faena”, explicó Pfeiffer. En ese sentido, detalló que la provincia trabaja en la instalación de “un modelo de planta dentro de un contenedor en Apóstoles, que permita formalizar el procesamiento y facilitar el valor agregado”. Esta infraestructura se sumará a la planta ya existente en Campo Viera y busca ampliar las oportunidades comerciales para las familias piscicultoras de Misiones.



