Productores de San Javier diversifican con nuevas pasturas y mejoramiento genético

En Barra Margarita y Santa Irene, dos productores con historias distintas comparten un mismo objetivo: mejorar la alimentación, la genética y la eficiencia de sus rodeos mediante pasturas implantadas, manejo planificado y trabajo asociativo. Entre brachiaria, Doña Ema, caña de azúcar y nuevas instalaciones, ambos reflejan el crecimiento de la ganadería en la zona.

En los parajes Barra Margarita y Santa Irene, del municipio de San Javier, dos productores avanzan por caminos diferentes pero con un objetivo común: fortalecer sus rodeos a partir de pasturas implantadas, genética mejorada y manejo más eficiente. Germán Kurzníwski y Juan Escarvadofski, ambos con sistemas mixtos entre pasturas nativas y variedades implantadas, comparten estrategias, experiencias y desafíos propios de la ganadería familiar.

Kurzníwski trabaja en una chacra de 37 hectáreas donde las pasturas naturales conviven con brachiaria, tifton y la recientemente incorporada Doña Ema. “La pastura natural rinde menos kilos por hectárea, pero en invierno es la mejor porque la helada mata otras pasturas”, explica, destacando que la combinación de especies es clave para abastecer a los animales todo el año.

Escarvadofski, en sus 73 hectáreas heredadas y ampliadas, también apuesta por ese mosaico de pastos. “Tengo brachiaria, Doña Ema, algo de tifton y la mayoría nativos”, detalla. Su transición desde la caña de azúcar y el tabaco hacia la ganadería se aceleró tras el cierre del ingenio local, y hoy se encuentra consolidando un sistema de cría que vende terneros en remates y mercados locales.

Ambos productores coinciden en que la diversificación de pasturas mejora notablemente el rendimiento de los potreros. Kurzníwski señala que la brachiaria y la tifton implantadas “dan más rendimiento por hectárea”, y comparte que usa caña de azúcar como suplemento invernal para sostener la condición corporal del ganado. Escarvadofski, por su parte, sigue incorporando pastos para fortalecer la base forrajera que alimenta su rodeo en expansión.

La implantación también es un aspecto que ambos manejan de manera práctica. Kurzníwski detalla que la brachiaria la siembra por semilla, mientras que la tifton y Doña Ema las planta por muda: “Preparo plantines y planto a medio metro por un metro, y ya funciona bien”. Escarvadofski también va probando nuevas especies, observando su adaptación a los suelos y al clima local.

La genética es otro punto en el que los dos productores coinciden. Mientras Kurzníwski compra toros de buenos vecinos y proyecta iniciar inseminación artificial, Escarvadofski destaca que “antes había solo vacas criollas”, pero con ayuda de conocidos y compras de toros de cabaña logró “mejorar mucho” su rodeo, aunque aún convive con animales más acriollados.

En cuanto al sistema productivo, Kurzníwski combina cría y engorde, vendiendo novillos terminados o vivos según la demanda del mercado local. Escarvadofski, en cambio, hace exclusivamente cría debido a limitaciones de espacio: “Vendemos toda la producción de terneros y después compramos vaquillas preñadas o para servicio”. Cada decisión responde a la estructura y necesidades de sus chacras.

El trabajo asociativo también aparece como un eje clave. Kurzníwski es parte de la Asociación Ganadera de Mojón Grande y destaca las capacitaciones: “Estamos trabajando bien, con cursos, veterinarios, SENASA e INTA que enseñan sobre pasturas”. Para Escarvadofski, aunque nota “pocas reuniones”, afirma que el acompañamiento técnico “ayuda mucho” en el manejo diario.

Ambos coinciden en que la participación en la asociación fortalece a los pequeños productores, aunque reconocen que no todos los vecinos se animan a sumarse. “Algunos tienen miedo o hacen solos las cosas”, dice Kurzníwski, mientras remarca que la organización ya accede a máquinas y herramientas para uso compartido.

La planificación del uso del suelo y el cuidado del pasto también forman parte de la visión conjunta. Kurzníwski sostiene que es mejor “tener menos animales pero de buena calidad”, y apostar al piqueteo para mejorar el rendimiento. Escarvadofski comparte esa idea, pero además busca diversificar cultivos y actividades: sigue produciendo tabaco —principalmente por la obra social— y proyecta iniciarse en la cría de búfalos con un pequeño lote inicial.

Sobre el tabaco, Escarvadofski explica la exigencia del cultivo: “Es un embarazo de nueve meses, con mucho riesgo por la lluvia, la sequía o la piedra”. Aun así, mantiene el ciclo completo desde el almácigo en junio hasta la entrega en abril, acompañado por instructores de la empresa con la que trabaja.

Tanto Kurzníwski como Escarvadofski representan a una generación de productores que, desde realidades distintas, comparten una misma búsqueda: pasturas más eficientes, mejor genética, instalaciones adecuadas y trabajo conjunto. Una transformación silenciosa que fortalece la ganadería de San Javier y proyecta nuevos horizontes para los pequeños y medianos productores de la zona.

Entrevista realizada en el ciclo “Tecnificando el Agro” conducido por Fernando Tejedor, transmitido vía streaming de Misiones Online.

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