En el Día de la Soberanía Alimentaria, Misiones refuerza su compromiso con una producción de alimentos sana, local y comunitaria. Desde las ferias francas hasta las iniciativas de recupero y los comedores, los espacios que nacen del esfuerzo colectivo se consolidan como pilares para garantizar este derecho fundamental.
El concepto de soberanía alimentaria va más allá de la seguridad alimentaria. No se trata únicamente de tener acceso a la comida, sino de poder decidir cómo se produce, quién la produce y qué alimentos llegan a la mesa. Significa priorizar lo local por sobre lo global, defender las semillas, la tierra y el trabajo de los productores familiares, y fortalecer las redes comunitarias que sostienen a miles de familias.
Ferias francas: alimentos sanos, de la chacra a la mesa
“Para mí y para las mujeres rurales que siempre estoy defendiendo, la soberanía alimentaria es hacer en pequeñas cantidades, variedad y cantidad de alimentos sanos, orgánicos, que consumimos en nuestras familias y que también llegan a la ciudad. Eso es justo y necesario”, explica Ramona Espíndola, productora y feriante de Salto Encantado.
Las ferias francas de Misiones llevan tres décadas consolidándose como espacios clave para la comercialización directa entre productores y consumidores. Allí, vecinos de las chacras ofrecen frutas, verduras, hortalizas, envasados y elaborados artesanales, sin intermediarios y con precios justos.
En esos puestos conviven la diversidad y la colaboración. “Uno prepara todo desde el día anterior, carga y sale de madrugada para llegar temprano a la feria. Es un sacrificio de todos los días, con frío o lluvia. Traemos lo que tenemos, pero también compramos a los vecinos cuando hace falta, porque la feria es colaboración”, relata Luis Ventura, feriante de Victor Olegario Andrade.
El trabajo en la chacra no se mide solo en horas de esfuerzo físico, sino también en organización comunitaria. Como recuerda Espíndola, “aunque se hable mucho de mujeres rurales, detrás de la feria hay familias enteras: esposos, hijos, vecinos, todos aportan. Muchas veces uno vende lo propio y lo del vecino también, porque el trabajo se comparte”.
Para quienes participan, la feria no solo es un espacio de venta sino también de identidad cultural. Allí se ofrecen mandiocas, batatas, zapallos, huevos, frutas de estación, jugos y conservas elaboradas con productos de la zona. Se trata de una economía circular y territorial, que conecta al campo con la ciudad.
La soberanía alimentaria también implica elegir alimentos de calidad. En ese sentido, surgen emprendimientos con valor agregado, como el de Jorge Converso, de Pura Fermentación, quien elabora chucrut y kimchi a base de verduras locales. “Todos nuestros productos son fermentados naturalmente, contienen probióticos y se producen con insumos de productores de la feria. La idea es llegar a las mesas con productos sanos y de calidad”, afirma.
Estos espacios se vuelven estratégicos. Permiten que los consumidores urbanos accedan a alimentos frescos y de cercanía, mientras que los productores aseguran un ingreso digno sin depender de cadenas largas de comercialización. Como resume Espíndola: “Es un derecho de todos tener soberanía alimentaria. Sería injusto vivir en la chacra y no poder ejercerlo”.



Recupero de alimentos y comedores: otra cara de la soberanía
Otra cara de esta historia se escribe desde las organizaciones que luchan contra el desperdicio de alimentos y fortalecen a familias a través de comedores y merenderos. Solo en Argentina se pierden más de 16 millones de toneladas de comida al año. Frente a esto, iniciativas como Alimendar actúan para rescatar y redistribuir alimentos en buen estado.
“Este año cumplimos 10 años de trabajo voluntario. Llevamos más de 90 mil kilos de alimentos recuperados, lo que equivale a 270 mil platos de comida. Solo en 2025, recuperamos 35 mil kilos de frutas y verduras del Mercado Central de Misiones, que fueron destinados a 22 comedores y merenderos”, detalla Gionas Borboy, referente de la organización.
El rescate no se limita a repartir: también busca empoderar a quienes cocinan en los barrios. “No se trata solo de recuperar un tomate o una berenjena, sino de dar herramientas para que las cocineras comunitarias puedan autogestionarse. Con un rescate de berenjenas, por ejemplo, se hicieron escabeches que sirvieron no solo para alimentar, sino para pagar la luz o el gas del comedor”, agrega Borboy.
En la chacra 252, el comedor Manantial de Vida, coordinado por Mirian Morales, es ejemplo de ese esfuerzo. “Empezamos con 20 familias y hoy atendemos a 80. Cocinamos dos veces por semana con el apoyo del Estado y con lo que recuperamos junto a Alimendar. Armamos sopas, guisos y hasta milanesas de berenjena. También enseñamos a los chicos a comer verduras que antes rechazaban, procesándolas para que las incorporen en sus platos”, cuenta.
La creatividad en la cocina es también una forma de resistencia. Morales recuerda que con un excedente de repollo pudieron enriquecer un locro, o que con zapallitos y zanahorias lograron sopas nutritivas. “Siempre cuidamos que todo sea apto para el consumo. Así garantizamos no solo llenar la panza, sino nutrir a las familias”, explica.
Estas experiencias comunitarias demuestran que la soberanía alimentaria también se construye en los barrios populares. El derecho a una alimentación digna se vuelve tangible cuando se logra que un plato de comida reúna lo recuperado, lo producido localmente y lo preparado con amor colectivo.





Una misma lucha, distintos caminos
En este Día de la Soberanía Alimentaria, las voces de feriantes, productores, emprendedores y referentes comunitarios se entrelazan. Las ferias francas aseguran alimentos sanos y de cercanía; las iniciativas de recupero y los comedores evitan el desperdicio y fortalecen el derecho a la alimentación.
Ambas experiencias demuestran que la soberanía alimentaria no es una idea abstracta, sino una práctica cotidiana. Se construye en la chacra, en los puestos de feria, en la olla popular y en cada mesa familiar que se llena con esfuerzo comunitario.
Como sintetiza Borboy: “Valoremos los alimentos. No solo como sustento, sino como herramienta de autogestión y empoderamiento. Ese es el camino hacia una soberanía alimentaria real”.
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