Una iniciativa trinacional que apuesta a la conservación de semillas criollas, el mejoramiento genético participativo y la agroecología, poniendo en el centro a los pequeños agricultores y a sus saberes históricos. En Misiones, el proyecto llega para fortalecer una larga tradición campesina y comunitaria.
El Proyecto Raíces comenzó a caminar oficialmente en Puerto Iguazú con un objetivo claro: fortalecer la conservación y el mejoramiento participativo de los recursos genéticos agrícolas, recuperando semillas criollas y saberes campesinos que sostienen la soberanía alimentaria. Financiado por la Unión Europea a través del Fondo Internacional de Desarrollo Agrícola (FIDA) e implementado por el Instituto Interamericano de Cooperación para la Agricultura (IICA) con liderazgo técnico regional de Empresa Brasileira de Pesquisa Agropecuária (EMBRAPA), el proyecto se despliega en Argentina, Brasil y Bolivia, alcanzando a miles de agricultores familiares.
En Argentina, la iniciativa se implementa en Misiones y Jujuy, dos territorios donde la agricultura familiar todavía conserva un vínculo profundo con las semillas nativas. En Misiones, la coordinación técnica está a cargo del INTA y tiene como referente a Silvina Fariza, investigadora de INTA Cerro Azul, quien define al proyecto como “una revalorización de un trabajo que los pequeños agricultores vienen sosteniendo desde hace décadas, de manera muy autogestiva”.
“Raíces viene en un momento sumamente especial”, explica Fariza, y no lo dice solo desde lo técnico. “Para nosotros es un mimo al alma, porque es una pequeña devolución a esos agricultores guardianes de semillas criollas que, con enorme esfuerzo, vienen conservando variedades nativas en un contexto cada vez más adverso”, señala, poniendo en palabras el espíritu que atraviesa toda la propuesta.
La elección de Misiones no es casual. Según la coordinadora, “si uno recorre la Argentina, encuentra muy pocos lugares donde los pequeños agricultores sigan manteniendo semillas criollas”. En la provincia, en cambio, existe una historia de más de 25 años de ferias de intercambio, concientización y organización campesina, que hoy encuentra en Raíces un respaldo institucional y técnico largamente esperado.


El lanzamiento del proyecto fue solo el punto de partida de una semana intensa de actividades en territorio. Hubo recorridas por chacras de Pozo Azul, Santa Cruz del Monte e Iguazú, visitas a emprendimientos de bioinsumos y a casas de semillas, además de intercambios académicos en la Facultad de Ciencias Forestales. “No queríamos quedarnos en el acto formal, sino ir a los lugares donde esto realmente sucede”, remarca Fariza.
El proyecto se apoya en tres grandes componentes. El primero es el rescate y fortalecimiento de semillas criollas, especialmente de maíz y poroto, dos cultivos centrales en las chacras misioneras. “Hoy tenemos un problema serio de contaminación genética por el uso extendido de híbridos, por eso es urgente rescatar y conservar estas variedades”, advierte la investigadora.
En ese marco, Raíces pone el foco específicamente en los agricultores guardianes de semillas. “No todos los pequeños productores conservan semillas nativas, por eso nuestro enfoque está en quienes sí lo hacen”, aclara Fariza. El fortalecimiento de casas de semillas incluye acondicionamiento, capacitación y herramientas técnicas para garantizar la calidad del material, siempre respetando la cultura y la lógica comunitaria.
El segundo componente es el Mejoramiento Genético Participativo, una metodología que rompe con el esquema tradicional de laboratorio. “Acá es el agricultor el que nos dice qué quiere mejorar, para qué y con qué objetivo”, explica. Rendimiento, resistencia a sequía, altura de planta o cobertura de chala son decisiones que surgen desde la chacra y no desde una estación experimental.
La clave, según Fariza, es que el mejoramiento se realiza en el propio territorio. “Hablamos de adaptación, de mejorar variedades que ya están acostumbradas al suelo, al clima y a las prácticas del productor. No de imponer paquetes tecnológicos que muchas veces son inviables para la agricultura familiar”, subraya, en sintonía con la mirada agroecológica que atraviesa el proyecto.
El tercer eje de Raíces es la instalación de corredores agroecológicos, una experiencia novedosa en Argentina. Se trata de combinar cultivos alimenticios con cultivos de cobertura para mejorar la estructura del suelo y lograr un equilibrio biológico frente a plagas. “Buscamos que nadie domine y que todo conviva en equilibrio”, resume Fariza, al explicar ejemplos como maíz con crotalaria o poroto con sésamo.

En Misiones, el proyecto prevé trabajar con unos 600 productores, incluyendo comunidades indígenas, jóvenes y adultos mayores portadores de saberes ancestrales. “En las comunidades hay una enorme pérdida de variedades, sobre todo de maíz, por la reducción de espacios y la contaminación genética. Ahí tenemos un desafío enorme”, reconoce la coordinadora, que ya avanza en talleres con caciques y referentes comunitarios.
Raíces se proyecta hasta diciembre de 2027 y representa, para el INTA y las organizaciones involucradas, un desafío institucional y humano. “Nos obliga a repensar cómo hacemos técnica, cómo acompañamos y cómo ponemos realmente al agricultor en el centro”, concluye Fariza. En ese camino, el proyecto busca algo más que mejorar semillas: pretende fortalecer comunidades, recuperar memorias y sembrar futuro desde el territorio.
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