En Visión Misionera 2026, el sector productivo yerbatero atravesó uno de los años más complejos de las últimas décadas, marcado por precios bajos, desregulación del mercado y la falta de conducción plena en el INYM. Desde el territorio, productores y productoras analizan el impacto económico, las estrategias de supervivencia y las expectativas hacia 2026.
El 2025 quedará registrado como un año especialmente complejo para la producción yerbatera. A la histórica vulnerabilidad del eslabón primario se le sumó un escenario institucional debilitado, que arrastró sus consecuencias desde fines de 2023, cuando el Instituto Nacional de la Yerba Mate (INYM) quedó sin presidente designado.
Esa acefalía prolongada, junto con la quita de facultades regulatorias y la imposibilidad del organismo de intervenir en la fijación de precios, dejó al sector librado al libre juego de la oferta y la demanda, presionando los valores de la hoja verde a la baja y profundizando la incertidumbre en el territorio.
Desde Las Tunas, la productora Estela Krukti sintetiza el clima del año con claridad: “Fue bastante difícil para los productores por el tema del bajo precio de la yerba mate”. En su zona, como en gran parte de la provincia, los valores pagados por la hoja verde variaron según el comprador y la región, pero en muchos casos estuvieron por debajo de los costos. “En muchos lugares se pagó menos de 200 mil pesos la tonelada”, señaló, y explicó que además el problema no fue solo el precio, sino la forma de pago.
Los plazos extendidos se volvieron una constante. “No era un precio de contado, sino a 30, 60 o 90 días, con cheques”, relató Estela, una modalidad que complicó seriamente la economía cotidiana de las familias rurales. Aunque en su caso particular no tuvo inconvenientes para cobrar, reconoce que “hubo muchos vecinos a los que les costó muchísimo”, e incluso productores que optaron por no cosechar ante la falta de condiciones.
En ese contexto adverso, el acompañamiento local y provincial apareció como un factor clave para sostener a la producción. Krukti destacó el rol del municipio y de la Provincia, con talleres, capacitaciones y políticas orientadas a la diversificación productiva. “Buscaron la forma de que el productor no esté con las manos vacías”, explicó, y detalló experiencias vinculadas a huertas, intercambio de semillas, elaboración de pickles y panificados, además de ferias que permitieron generar ingresos alternativos.
La diversificación, especialmente impulsada entre mujeres rurales, se convirtió en una estrategia de supervivencia. “Se hicieron talleres para que la mujer rural también pueda colaborar”, contó Estela, quien encontró una salida en la producción de panificados y dulces. Esa lógica, sostuvo, permitió “no desesperarse” y seguir apostando a la chacra aun en un año complicado.
Desde Tres Capones, el productor Daniel Syniuk coincidió en el diagnóstico económico, aunque remarcó que, desde el punto de vista productivo, el año fue favorable. “En términos de producción fue bastante bueno, pero en la parte económica fue un año difícil”, señaló. Las buenas condiciones climáticas, con lluvias regulares y sin sequía, favorecieron el desarrollo de las plantas, lo que augura una mayor disponibilidad de hoja verde para el próximo ciclo.
Sin embargo, esa mayor oferta también aparece como una amenaza en un mercado desregulado. Syniuk explicó que “al estar desregulada la economía yerbatera, se está manejando por oferta y demanda”, y que el excedente de hoja es uno de los factores que presionan los precios hacia abajo. “Para nosotros, como productores chicos, es difícil”, afirmó, y advirtió que el nuevo escenario implica “entrar a jugar con otras reglas”.

La reciente designación de un presidente del INYM no generó, por ahora, grandes expectativas en el sector primario. Según Syniuk, el anuncio de que el organismo no intervendrá en la fijación de precios confirma un cambio de paradigma que deja al productor expuesto. “Antes existían mecanismos de control, primero con la CRYM y después con el INYM. Hoy eso no está”, reflexionó.
Ante este panorama, ambos productores coinciden en señalar la organización colectiva como una posible salida, aunque reconocen sus límites. La formación de cooperativas, la generación de marcas propias y la integración de la cadena aparecen como alternativas de mediano y largo plazo, pero “no son soluciones de un día para el otro”, como remarcó Syniuk. Mientras tanto, la diversificación vuelve a ser una estrategia central. “En Misiones crece todo”, dijo, y contó que combina yerba con forestación y ganadería para equilibrar ingresos.
En cuanto a los precios, el cierre de 2025 dejó una fuerte dispersión. Syniuk señaló que en su caso la última operación se pagó a 285 pesos el kilo de hoja verde, pero con un plazo de 90 días, una condición que vuelve difícil sostener los costos corrientes, incluidos los pagos a tareferos. De cara a 2026, la incertidumbre persiste: “Se habla de arrancar en 180 o 200 pesos, y eso va a ser muy difícil”, advirtió.
El balance del año deja, así, una combinación de preocupación y resiliencia. Para Estela Krukti, el mensaje hacia adelante es claro: “Que nadie afloje”. Con paciencia, diversificación y el acompañamiento de políticas territoriales, la esperanza está puesta en sostener la producción hasta que el contexto mejore. “Basta que Dios nos dé salud, el resto después viene solo”, expresó, al proyectar un 2026 que, aunque incierto, encuentra a los productores todavía de pie.



